Los españoles tenemos ciertos defectos que son casi culturales. Un poco extremista en los planteamientos (Rioja o Ribera, Madrid o Barcelona, derecha o izquierda) y ciertamente muy envidiosos del éxito de los demás. Así somos.
También tenemos muchas virtudes como sociedad, solidarios, un sistema de protección social creado por todos, una democracia que siendo joven nos ha traído hasta aquí y una paz duradera, algo que no se reconoce su valor hasta que se pierde.
También tenemos muchas virtudes como sociedad, solidarios, un sistema de protección social creado por todos, una democracia que siendo joven nos ha traído hasta aquí y una paz duradera, algo que no se reconoce su valor hasta que se pierde.
Pero durante esta crisis, que seguimos sufriendo, se ha fraguado una sensación de abatimiento generalizado. La gente cada vez se ríe menos, una de las grandes virtudes de los Españoles era reírnos de todo, ahora somos más serios, tenemos menos confianza en nosotros como sociedad. Pensar en nuestros políticos, todos tan serios y siempre con cara de enfado. Si, vivimos en un país que siempre está enfadado y ha calado el pesimismo.
Y a tanto llega esta sensación que empieza a escucharse que somos un “país fallido”. Mensaje altamente destructivo por ser erróneo. España no es así. Es un país con problemas y en un periodo de transición social y económica. Algunos aspectos son muy graves que hay que corregir urgentemente, tenemos un futuro con incertidumbres que debemos afrontar con valentía y una clase política que necesita un cambio drástico tanto por la corrupción como por sus reducidas capacidades. Sin embargo, con todo, tenemos una situación envidiable para afrontar el futuro, situación que nos hemos ganado trabajando y luchando.
En estas épocas de crisis y transformación, ya decía Keanes hace un siglo, que se trasladan a los extremos las soluciones, no hacer nada o destruirlo todo para volver a rehacerlo. Y ninguna de las dos soluciones son válidas. España se mantiene en un shock producido por la crisis, lo más parecido a una depresión que nos tiene paralizados. Mucho ruido pero pocas soluciones valientes.
Hace poco tenía un cambio de parecer en una web, muy educado por cierto, sobre las diferencias entre Cuba y España. Comparar Cuba con España no es justo para los cubanos por muchos motivos pero tampoco es realista para España. Los países tienen su contexto y su historia, siendo fácil caer en graves injusticias simplemente por el hecho de compararlos. Ya hablaré de Cuba, país al que tengo un cariño especial por su gente y que conocí hace años en pleno endurecimiento del embargo sorprendiéndome en muchos aspectos. Comparar Cuba con España puede ser por dos motivos, no conocer Cuba y hablar de oídas o tener una visión completamente politizada de la realidad. Son países completamente distintos, en momentos de evolución social y económico totalmente distinto. Simplemente, no son comparable.
Los Españoles debemos asumir cuales son nuestras capacidades y ver nuestro presente con una visión objetiva. Definir cuál queremos que sea nuestro futuro, apoyándonos en nuestras fortalezas y en todo lo que hemos hecho bien en las últimas décadas, y empezar a remar en una única dirección.
Dicen los ingleses que, cuando nos ponemos, nadie es como nosotros pero que pocas veces nos ponemos. Y para ponernos, necesitamos cambiar nuestra mentalidad. Quizás tengamos que olvidarnos de colores e ideologías, optar por un futuro común mejor que el actual, aprender de nuestros errores para no volver a cometerlos y, principalmente, empezar a sonreír mucho más.