Según la RAE, el líder es aquella persona que guía o conduce un grupo o colectividad. En los últimos años se ha empezado a usar mucho esta palabra tanto en el ámbito profesional como en otros muy distintos. Ahora se dice que algunos niños son líderes de su clase o incluso que la educación se basa en el liderazgo de los padres hacia sus hijos.
En el ámbito profesional se lleva hablando muchos años de la necesidad de que existan líderes en las organizaciones que permita avanzar para alcanzar los objetivos. Distintos tipos de liderazgos, más planos, más acentuados o más radicales. Todo parece que depende de la capacidad del liderazgo de las personas. Y la realidad es que así es.
La imagen de Steve Jobs se ha hecho casi icónica como ejemplo de liderazgo. Dirigió Apple y la llevó, sin duda, hasta uno de los mayores éxitos empresariales de las últimas décadas a través de su visión de futuro de los dispositivos y su integración con las personas. Pero en ese camino Jobs dejó fuera familias y amigos. Más allá de lo que consiguió, tenía claro que conseguir el éxito de Apple era su rumbo.
Pero tener claro ese rumbo no es trivial, los coach llevan años preguntando insistentemente a sus clientes algo que me ha parecido siempre de gran dificultad poder dar respuesta:
Porque más allá de esperar el liderazgo de los demás, debemos asumir la responsabilidad de nuestro “autoliderazgo” y nuestro destino. El ejercicio de decidir nuestro rumbo, dar pasos para llegar con independencia que se consiga, es uno de los mayores retos que tenemos, mucho más en esta época de grandes cambios. Creo que dejarse llevar es solo la opción en aquellos ámbitos donde no tenemos ningún interés. Volviendo a Jobs, seguramente en su vida personal no le ponía ningún interés, su rumbo le dirigía a otro sitio.
En el ámbito laboral, es muy fácil perder este rumbo. Dejarse llevar por el entorno, y más en la situación actual de paro, parece casi lo lógico. Pero, creo que ahora más que nunca, hay que tomar decisiones y ponerse a dirigir tu propio futuro fijándose este rumbo. Solo así llegaremos a un lugar lo más cercano posible del que queremos.
Así que, ya sabes, contéstate a la pregunta maldita:
“¿Dónde quieres estar dentro de 5 años?”
Me gusto tu artículo, aunque creo que la maldición está demás. Años atrás tampoco hubiese sido capaz de contestar esa pregunta, hoy por hoy puedo decirte en donde me veo en años, tengo mi mirada puesta en ello y cada día doy pequeños pasos hacia mi objetivo. Sin prisa pero sin pausa. Saludos!