Hace años, un amigo colombiano me dijo algo parecido a esto:
“Los europeos os comportais como niños ricos malcriados”
Tengo que reconocer que en ese momento no me sentó muy bien. El contexto es importante para entenderlo. Estábamos en Santiago de Chile, era bastante tarde, nos habíamos bebido unas cuantas cervezas y llevábamos hablando durante horas de las diferencias entre los modelos sociales y de gobierno en Sudamérica y Europa, las diferencias entre el socialismo de allí y la socialdemocracia de aquí. En unos cuantos viajes por el continente, en numerosas charlas, me acerqué a entender las grandes diferencias que existen y porque es difícilmente equiparable nada que ocurra aquí con lo que ocurre allí. Usar un prisma equivocado nos lleva a grandes errores de percepción.
Pero si nos quedamos con esa frase, “los europeos somos niños ricos malcriados”, tiene una gran verdad implícita. No sabemos lo que tenemos ni lo raro que es en el mundo nuestros modelos sociales, económicos y políticos actuales. Podríamos basarnos en estadísticas para ver hacia dónde van los flujos migratorias, buen indicador de la calidad de vida:

Fuente: https://jakubmarian.com/migration-patterns-and-population-gains-and-losses-in-europe/
Europa, después de ser un ejemplo de nacionalismo y destrucción durante la primera mitad del siglo XX, ha evolucionado hacia un modelo democrático inclusivo y social que ha conseguido avanzar las sociedades hasta los mayores niveles de paz, libertad y derechos humanos de la historia. La eliminación de las fronteras internas, primero económicas para luego pasar a físicas, entre paises ha conseguido uno de los principales objetivos que tenía la UE en su fundación, convertir europa en una gran nación para todos los europeos y un anhelo para los países limítrofes.
Es evidente que existen imperfecciones, ningún modelo es perfecto ni cumple con las expectativas de toda la población, ni madura en 25 años pero tenemos que reconocer que Europa es un lugar mejor para vivir hoy que hace 50 años y, si no nos empeñamos en destruirlo, es ahora peor que dentro de 50 años más. Pero una parte de los ciudadanos europeos quieren volver a un instante anterior, esa época de banderas, fronteras, aduanas y pasaportes. Los nacionalismos vuelven, y siempre volverán, para recuperar el poder perdido.
Porque la pregunta que debemos hacernos es ¿existe algo fuera de la integración europea? ¿Es posible, dentro de la Europa física, crear un modelo distinto que mejore la paz y la libertad? ¿Merece la pena destruir para crear o cambiar desde lo que hay? ¿Realmente vivimos con falta de democracia, con una democracia imperfecta o simplemente sin ella? ¿Existen democracias perfectas? ¿Es la democracia el mejor modelo para conseguir los objetivos? ¿Qué líneas rojas fijamos a cualquier cambio? Y por último, y lo más importante, ¿puede ser la democracia el fin de la propia democracia?
Creo firmemente que la democracia es el mejor modelo, el menos imperfecto de los que existen. Y creo que la democracia siempre tendrá imperfecciones pero que debemos luchar por ir corrigiéndolos con las herramientas, lentas pero seguras, que proporciona los modelos democráticos. La paz y la libertad son principios fundacionales de cualquier sociedad y no debemos olvidarnos de ellos porque ningún modelo es tan efectivo para conseguirlo como el actual. Generaciones que no han sufrido la falta de libertad y/o la falta de paz, yo soy de esas generaciones, no deberíamos menospreciar su valor, lo difícil que ha sido conseguirlo y lo fácil que es perderlo.
Y si por algo hay que luchar es porque nadie nos arrebate el derecho a exigir que ninguna persona ni grupo de personas pretenda llevarnos a perder todo lo que se ha conseguido ya. Crezcamos sobre los cimientos actuales, acordemos, negociemos, modifiquemos y tengamos paciencia pero no lo destruyamos. Más Europa es el futuro, lo demás es simplemente es incertidumbre, entropía, soledad y exclusión.
Por este proyecto merece la pena luchar. Pero debemos luchar con las armas que dispone el Estado de Derecho, con la revolución de las urnas, con la disrupción de las nuevas leyes y con la paciencia que se necesita para conseguir mayorías. No intentemos usar reglas importadas de otros lugares que no son aplicables aquí, no creamos que gritar mas fuerte nos da la razón, no intentemos ganar en la calle lo que no ganamos en las urnas y fijemos las líneas rojas que no permitiremos nunca a nadie traspasar. Y no permitamos que nadie obligue a las próximas generaciones a sufrir por nuestros errores.
Nos falta un relato, los extremismos y nacionalismos nos han ganado la batalla a los demócratas en este aspecto. Estamos obligados a, independiente de nuestra ideología, crear ese relato, mantenerlo, mejorarlo, matizarlo y no dejarnos avasallar por los que gritan más fuerte. Ser críticos pero constructivos, exigentes pero justos, objetivos y no dejar a nadie por el camino. Y tenemos todos lo argumentos a nuestro alcance, los objetivos fundamentalmente pero también disponemos de grandes dosis de subjetividad. Recuperemos este espacio donde, por ser niños ricos malcriados, nos hemos dejado vencer.
Y que las próximas generaciones se encuentren que quizás pudimos hacer más pero al menos les dejemos la posibilidad de hacerlo a ellos.
Es necesario luchar constantemente por defender nuestra libertad y la paz.
Buen artículo Pedro. Es difícil construir y muy fácil destruir, no debemos dejar he esto último ocurra.saludos !
Muchas gracias Francisco. Es tan fácil destruir que a veces ni somos conscientes del daño que hacemos.
saludo