Nadie debe engañarse, el nacionalismo catalán ha perdido la negociación del “process”. Hoy, 25 de octubre ya es evidente que ha perdido en el “choque de trenes” que buscó a principios de septiembre con la aprobación de las  leyes de referéndum y desconexión.

Pero tampoco nos llevemos a otro engaño, aún perdiendo, todavía pueden ocurrir situaciones que nadie quiere ver. Se necesita hilar muy fino ahora porque los siguientes pasos son fundamentales para el futuro.

El planteamiento era sencillo, en este proceso de negociación, forzar una negociación con intermediación internacional o una declaración unilateral si era viable.

¿Por qué ha perdido? Principalmente por cinco factores: errores en la comunicación, ningún apoyo internacional relevante, la toma de partida de las empresas, la respuesta ciudadana y por el funcionamiento del Estado de Derecho.

Todos estos fallos se deben a una estrategia de negociación basada en la imposición y con, lo que yo considero, un error en las estimación de fuerzas de la otra parte. Obligar a negociar no es la mejor estrategia nunca pero mucho menos cuando el “poder real” lo tiene el adversario. Pero si algo lleva siempre a una negociación fracasada es subestimar al contrincante y no reconocer de inicio la fuerza de negociación con la que te enfrentas.

La comunicación 3.0 tiene grandes ventajas como la inmediatez, la viralidad y el alcance. Pero también un inconveniente principal, tiene un ciclo de vida muy corto. Las redes sociales son “románticas” y efervescente pero los perfiles y sus relaciones son muy polarizadas y con poca diversidad. La efectividad a corto plazo es muy alta pero a largo no es capaz de convencer a grupos de personas ideológicamente dispares. El primer golpe emocional del 1O, con las cargas policiales, atrajo el interés pero la violencia, y mucho más agresiva, la hay todos los días. Por ello hoy, solo pocos días después, el impacto fuera de España está muy amortiguado y casi olvidado.

La “internacionalización del conflicto” ha llegado finalmente pero en sentido contrario al esperado por los nacionalistas. Aquí creo que han pecado de ingenuos o ignorantes. Esperar que la UE y cualquier país con peso apoyen u obliguen a España a una salida negociada es una quimera. Ingenuos porque ese romanticismo que se puede percibir en los “nacionalismos de calle” no cala en democracias europeas. O ignorantes porque España es un país relevante a nivel mundial, con peso específico en Europa y EEUU, con una democracia reconocida y, por supuesto, con muchos intereses cruzados. Romeva, ha paseado por el mundo el “conflicto” desde hace años pero no ha conseguido ningún resultado de relevancia.

Quizás el primer golpe brutal de realidad fue la salida de la banca de Cataluña. Desde mi punto de vista, fue el primer torpedo que realmente impactó en la línea de flotación. No hundió el proceso pero le dejó en una situación complicada porque las explicaciones que intentaban explicarlo no fueron suficientemente consistentes. Después, a día de hoy, 1.400 empresas le siguieron y continuará en un goteo constante durante meses. Hecho que desmontó uno de los grandes mitos del nacionalismo, económicamente era mejor el viaje solos. Junqueras, como máximo responsable de las finanzas catalanas, debería dar explicaciones por el impacto a medio plazo de esta situación.

El segundo y definitivo se produce con el mensaje del Rey de España, para muchos inesperado por su relevancia. ¿Por qué? Porque consigue movilizar a los Catalanes no nacionalistas y crear un movimiento en toda España. El mensaje duro y sin concesiones creo que levantó los ánimos. Poco después se produce la mayor concentración de banderas de España en Barcelona desde hace décadas y una proliferación de banderas de España en los balcones de todo el territorio nacional. En esa situación PP, PSOE y Cs se ven con capacidad para hacer una piña constitucionalista para aplicar el 155.

Pero además se ve un desgaste en las movilizaciones nacionalistas. No es fácil mantener un nivel de “calle” indefinido y menos cuando el tiempo corre en su contra. Llevamos más de 45 días desde las leyes de desconexión donde la emoción inicial y la perdida de confianza debe mellar en el ánimo de los sectores menos radicales.

Y por último, el Estado de Derecho, poder judicial, ejecutivo y legislativo avanzan en la toma de medidas, lentas pero inequívocamente duras, para parar cualquier intento de secesión en Cataluña. La posibilidad de que el Estado de Derecho flaqueara o tuviera dudas a la hora de aplicar medidas duras se ha ido desvaneciendo poco a poco. Se ha trasladado la presión desde el gobierno central hacia el gobierno de la Generalitat. La iniciativa ha cambiado de lado y Puigdemont parece que solo realiza movimientos defensivos.

Las medidas de presión hacia el gobierno de España, la imposición por la fuerza de la calle y la presión de la prensa pierde fuelle frente a una realidad, la legitimidad que sienten aquellos que le avalan las leyes. Pero no solo eso, las responsabilidad personales, económicas y penales, hacen que cada decisión se mida.

Las distintas vías pensadas para llegar a una declaración de independencia, Quebec, Escocesa y por último la Eslovena con la declaración de independencia suspendida para negociar posteriormente, no han resultado. Solo queda una solución cuyo nombre nos evoca imagenes durísimas, la vía balcánica.

La vía balcánica implica una resistencia en la calle y desde ciertos estamentos públicos y privados a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Evidentemente no pienso en niveles de violencia ni parecida a los ocurrido allí pero si en una violencia de baja intensidad o de resistencia pacífica que mantenga vivo el conflicto sine die y destruya la convivencia definitivamente. Todos deberíamos excluir esta solución y dejar solos a aquellos que esten dispuestos a llevarla a cabo. Nunca será una solución y es un camino de difícil retorno.

Y aquí estamos. Puigdemont y su gobierno tiene en su mano tomar las decisiones adecuadas para volver a una normalidad relativa. Gestionar la frustración de la calle, reconducir la situación actual económica y asumir las consecuencias de sus actos deberían ser las últimas acciones del process. Pero y por encima de todo, volver a una normalidad y estabilidad en el tiempo que permita reducir el impacto de toda esta negociación errónea.

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