Europa es ese territorio que es un ejemplo de libertad, democracia y paz. Así es. Cualquier indicador de midamos o incluso la percepción que existe así lo confirma. Unas democracias jóvenes, creadas con esfuerzo y tesón donde la libertad es un principio básico de nuestra existencia.

https://freedomhouse.org/report/freedom-world/freedom-world-2018
Fuente: https://freedomhouse.org/report/freedom-world/freedom-world-2018


Pero Europa también es ese territorio que ha sido devastado por guerras durante toda su historia y que mantiene ese pasado en el subconsciente común. La UE no es más que una respuesta al “nunca más”, nunca más permitiremos que políticos fanáticos nos lleven a la autodestrucción.

Y en estas dos variables de la ecuación, “Paz y Libertad”, se debe apoyar nuestro futuro común. Y esta unión de principios fundacionales nos lleva a ser románticos. Y, llegado al momento de la verdad, utilizamos la teoría de la avestruz.

Ese romanticismo que impera en Europa y que, llegado el momento, se convierte en la teoría del avestruz. Tantos ejemplos… pic.twitter.com/RquUObhjff

— Pedro Barquero (@pbarquer) 8 de abril de 2018


Somos románticos con los movimientos que entendemos buscan ese binomio mágico, comprensivos con cierto nivel de violencia siempre que busquen un futuro mejor, apoyamos esos movimientos pero… cuando llega el momento de la verdad, nos escondemos. Ejemplos hay muchos pero hay tres muy significativos, la tan nombrada Yugoslavia o las más recientes Ucrania o las “primaveras árabes”. Sin olvidar la tibieza ante grupos terroristas propios como ETA o el IRA. 


En Yugoslavia, a partir del 1991, se produce el genocidio de entre 130.000 y 200.000 personas (fuente: aquí) y millones de desplazados. Además, se destruye social y económicamente un territorio en pleno corazón de Europa. La respuesta Europea fue muy tibia.

En Ucrania o en la llamada “primavera árabe”, el apoyo social, periodístico y político era total a ese movimiento que busca mayor número de libertades. Sin embargo, conocemos la situación actual. Rápidamente, cuando hay que dar pasos valientes en la defensa de la libertades, desaparece del ámbito público. ¿Habéis oido o leído últimamente algo sobre Ucrania? ¿Algún político habla de la guerra civil actual en Ucrania? Ninguno. Recordar los apoyos expresos y claros a la reivindicaciones iniciales. Y sobre la primavera árabe, que decir. Millones de refugiados, muertos por cientos de miles y Europa pensando en sus propias elecciones, nada más. 

Europa, y sus políticos en primera línea pero la sociedad siguiéndolos a pocos pasos, le gusta todo lo que percibe como “democrático” o “lucha por la libertad”. Esa idea romántica de la revolución que consigue transformar las sociedades de manera abrupta. Y todo esto en un entorno donde, las generaciones actuales europeas no han vivido bajo ningún modelo distinto al actual. 

Este modelo nos lleva a no querer darnos cuenta que las democracias son modelos frágiles que necesitan de firmeza ante las amenazas. Amenazas que han dejado de ser puramente violentas en las sociedades más avanzadas y se ha transformado en el uso de la propia democracia y la comunicación para enfrentarse a ella. Brexit, Le Pen en Francia o Hungría son ejemplos de este nuevo modelo de sobreinformación dirigida y manipulada que permite que, otra vez, los nacionalismos ganen terreno a la libertad de movimientos, al espacio Schengen o a las democracias liberales que tantos benefecios han traido. El mal que asoló Europa en la primera mitad del siglo XX empieza a asomar la patita. 

El periodo que comprende la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI ha sido un milagro en los niveles de desarrollo humano en la UE. Y este milagro se ha ido expandiendo a las zonas limítrofes. Pero igual que se ha creado, se puede destruir si volvemos a la visión de encerrarnos en nuestros espacio, en nuestras banderas o en nuestras lenguas. Si abandonamos el concepto de democracia liberal y abrazamos los mensajes fáciles populistas y nacionalistas. Si preferimos nuestro pequeño espacio al potencial de grandes zonas de libre movimiento. Si no avanzamos hacia una unión más amplia en ámbitos distintos al económico. Si, en definitiva, abandonamos el camino hecho hasta ahora intentando corregir imperfecciones destruyéndolo.

Sin duda, hay que luchar por nuestro futuro, ayudando a crear un relato veraz y duradero. Poniendo en evidencia las mentiras de los populismos y nacionalismos. Y siendo un referente en las relaciones multilaterales más allá de los acuerdos económicos. Olvidar el miedo a defendernos de manera contundente ante aquello que solo pretende destruir lo alcanzado hasta ahora. En definitiva, ser valientes ante la adversidad y no esconder la cabeza utilizando la teoría del avestruz. 

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