
Si son importantes tener unos estándares de calidad y unos procesos que lo aseguren, tal y como he descrito en las últimas entradas, esto no deja de ser una herramienta para poder alcanzar una meta que, aún pudiendo ser una aspiración, debe ser objetivada. Objetivar, según la RAE, tiene como definición:
“Dar carácter objetivo a una idea o sentimiento.”
Y ampliándolo con la definición de objetivo:
“Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.”
Es decir, los objetivos pretenden fijar una marco de medida, evaluación y seguimiento independiente de la percepción de cada persona. Fijar un objetivo es la única manera de conseguir cualquier meta que se fije una empresa, incluso en las metas personales es necesario fijarlos para poder avanzar y medir ese avance.
Por ello, la definición y seguimiento de los objetivos, con toda la nomenclatura asociada, es una parte fundamental de la gestión por procesos. Siempre parece que fijar los objetivos es un proceso sencillo. “Quiero crecer un 10% el año que viene.” Pero a veces se confunde, incluso en grandes empresas con una “visión” del futuro de la empresa más que como una meta alcanzable y medible. Muchas empresas que no consiguen fijarse objetivos claros, se mueven en un entorno con excesiva distorsión que le impide alcanzarlos. Aquí podemos usar la frase:
“Cuando no tienes ningún destino, todos los vientos son favorables”
Decir que los objetivos deben declinarse de “arriba a abajo”, aún pareciendo obvio, debe recalcarse. Fijar una estrategia clara y a medio o largo plazo debe tener unos objetivos estratégicos claramente definidos. Y a su vez, estos objetivos deben declinarse hacia todas las tareas y personas de la organización para que sea factible su consecución. Es algo habitual empezar a crecer en ventas y encontrarse posteriormente un problema en producción, tesorería o cualquier proceso de apoyo. Cuando no se declina estos objetivos, incluso en un presupuesto correctamente desglosado, los cuellos de botella se presentan allí donde no lo esperas.
Para asegurar esta factibilidad de los objetivos, uno de los modelos más sencillos y coherentes, es realizarlos vía proceso. Al tener claro el mapa de procesos, el responsable de cada tarea, las funciones que cubre y las relaciones entre ellas, es relativamente fácil realizar esta definición de “arriba a abajo” encontrando las necesidades de cada departamento de las empresas en estas metas.
Por todo lo anterior, siendo evidente que los objetivos es una parte fundamental de las empresas y su evolución, su despliegue en todas las tareas necesarias para alcanzarlo es tan vital como la definición estratégica. Y como herramienta fundamental para esta declinación están los procesos.