Lo he escrito varias veces en twitter. Nos encontramos ante un momento que ya es historia. Desde un punto de vista global, nos encontramos con dos situaciones complejas y que se retroalimentan. Por un lado nos encontramos ante una disrupción económica que trae perdedores y ganadores. Y por otro, si después de la caída del muro de Berlín parecía que las democracias liberales estabilizaban su hegemonía, existen varios movimientos de distinto corte ideológico que pugnan por dar marcha atrás a este desarrollo.
Sin embargo, no son realidades separadas, la vuelta atrás en la democracias liberales no deja de ser una reacción ante los cambios económicos globales.
Hay que introducir aquí que las democracias liberales y el capitalismo están unidas y no pueden separarse. No existen democracias liberales sin un modelo económico capitalista desarrollado. O lo que es lo mismo, el capitalismo y las democracias liberales son lo mismo, una cara en la estructura económica y la otra cara en la estructura de Estado. Las diferencias entre países o zonas es el llamado Estado del Bienestar, esa protección que ofrece el Estado y que cada sociedad decide el nivel de protección que mantiene.
Volviendo al actual ciclo económico, se puede caracterizar por ser globalizado, financiarizado y en plena destrucción creativa. Estos tres efectos se amplifican entre ellos, trayendo aparejada un nuevo mapa de intereses, influencias y ganadores/perdedores. Y este cambio, muy acelerado por la rapidez actual de la tecnología, lleva a generar grandes tensiones entre los principales actores del “antes” y del “después”. Los medios productivos cambian, se trasladan enormes masas laborales entre países, las empresas son globales en un amplio sentido, el nivel de endeudamiento global (privado y público) es mucho mayor que la economía productiva y los modelos de negocio están cambiando a gran velocidad. Todos estos efectos llevan a preguntarse si no estaremos ante un gran cambio de modelo económico que pueda ser similar a la revolución industrial y la introducción de maquinaria en la producción.
Y entre tanto cambio económico, unos actores pierden influencia a grandes velocidades y otros la ganan. Esta tensión entre perdedores y ganadores produce un gran conflicto de intereses. Los principales actores locales de países industrializados, como son los pequeños y medianos empresarios, sectores con nueva competencia, trabajadores de clase media creada con la industrialización, industrias que perciben su fin con la destrucción creativa y grupos de poder locales reaccionan ante su perdida de influencia.
En medio de este conflicto de intereses existen muchas alternativas de adaptación. Algunas se basan en, de manera similar a los ecosistemas naturales, una evolución hacia modelos productivos, económicos y sociales que puedan competir a medio y largo plazo ante la nueva realidad. Sin embargo, esta adaptación no está libre de generar grandes bolsas de perdedores a corto y medio plazo porque la adaptación es demasiada lenta para generaciones no formadas para la nueva realidad. Pero existe otra alternativa que está aumentando su fuerza y presión en varios países, el ataque a la democracia liberal a través de movimientos nacionalistas o de corte claramente populista.
Una aclaración sobre el término populista. Históricamente siempre ha sido un término positivo ya que se refiere a aquellos movimientos políticos que defendían a las clases más necesitadas. Sin embargo, otro acepción que es la usada aquí, se refiere a aquellos movimientos políticos que ofrecen propuestas difícilmente cumplibles pero que calan en la población.
La democracia liberal, termino basado en libertad y no en movimiento económico, es el mejor modelo político y social de la historia de la humanidad en termino de desarrollo humano. Los países que han implantado y estabilizado estos modelos son referentes en cualquier indicador que se mida, como son la esperanza de vida, tasas de pobreza, libertad individual o libertad económica.
La lucha entre los dos modelos en el siglo XX, comunismo/socialismo frente democracia liberal, ha sido una constante desde el final de la II Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín. En ese punto, se daba por hecho que había un ganador claro. Sin embargo, no ha sido así, de manera similar a el periodo entre guerras donde aparece el Fascismo, a día de hoy nos enfrentamos a esta nueva concepcion del Estado, menos liberal, más excluyente y menos global. Una vuelta atrás hacia posiciones mas nacionalistas, conceptos basados en “razas” culturales o sociales y una reducción de libertad de movimientos económicos y/o personales.
Los grandes perdedores de la situación económica se revelan. Por un lado, la clase media, especialmente la asociada a industria, que pretende mantener su status dentro de sociedad. Los pequeños y medianos empresarios que ven como su modelo de negocio es destruido por la deslocalización o por la entrada de actores nuevos globales. Los grupos de presión locales que, en un entorno globalizado, pierden su capacidad de presión. Y por último, y como catalizador, aquellos grupos que más han sufrido la crisis que piden respuestas rápidas y un nuevo modelo de Estado que no les excluya. Todos estos grupos buscan soluciones en la política, porque siente que en la economía han perdido la guerra, para proteger sus intereses. Buscan en la política local o nacional herramientas que permitan reducir los avances de la globalización.
Cada país o zona, con su idiosincracia particular, ha desarrollado políticos o movimientos ciudadanos que defienden su concepto específico de patria, Nación o Estado, su mayor independencia frente a los acuerdos globales (económicos y políticos), la protección de los empleos propios, la penalización de movimientos de capitales o la culpabilización de otros de los problemas. Pero también una reducción del libre movimiento de personas incluso con la introducción de la “raza”, término sin ninguna base científica, como criterio para la inclusión en el grupo del “nosotros”.
Quien crea que estos movimientos son nuevos, se equivoca. Son los mismos que nunca se fueron pero que han crecido de manera alarmante en los últimos años encandilando a millones de personas a través de mensajes sencillos y soluciones fáciles. La solución a problemas muy complejos basados en soluciones muy simples.
Alguien podría decir que son fenómenos diferentes la situación económica y el renacimiento del nacionalismo o populismo. Sin embargo, difícilmente sería posible el éxito de estos movimientos sin la situación actual. Su éxito ha sido usar la crisis como excusa y conseguir atraer a grupos heterogeneos de población.
Solo nos queda esperar que la próxima recesión no sea el acicate definitivo para la marcha atrás de las democracias liberales. Porque siendo un modelo político mejorable, de igual manera que su cara económica, el resultado no tiene comparación con cualquier otro de los que se han probado a gran escala.
Muy interesante tu artículo, Pedro. ¡Saludos!
Muchas gracias Francisco
Buen post, lo he compartido con mis amigos.